martes, 29 de mayo de 2012

El bien, el fin último y la felicidad


“La vida (...) es una búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza. Con ese fin tomamos nuestras decisiones, ejercemos nuestra libertad y, en esto, en la verdad, en el bien y en la belleza, encontramos la felicidad y la alegría”. (Juan Pablo II)



¿QUÉ ES LO BUENO?
Difícilmente puede hallarse una pregunta de mayor interés: ¿Qué es lo bueno? ¿qué es el bien? Porque todo hombre guarda en lo más hondo de su ser el deseo invencible de ser bueno y de hacer lo bueno. Si hace el mal es porque le deslumbra la partecilla de bien con la que el mal se reviste.
Cuando se dice que algo "es ético" o que "no es ético", se está diciendo que es o no es bueno. Ahora bien, si casi todos coincidimos en que nuestra conducta ha de ser "ética", no siempre estamos de acuerdo en "lo que es ético". Lo que parece "ético" a unos, puede resultar una monstruosidad a otros.
¿Es posible llegar a un conocimiento cierto sobre "lo que es bueno", al menos en lo fundamental, o estamos condenados a una eterna duda o a opiniones sin fundamento racional? ¿Existe un criterio objetivo de bondad que nos permita, sin temor a equivocarnos, discernir el bien del mal? La respuesta del sentido común ha sido siempre afirmativa.
Es claro que el bien -lo bueno- es tal por contener alguna perfección que hace a la cosa deseable, apetecible. Aristóteles decía que "el bien es lo que todos desean". 

¿El bien es relativo?
Es de notar ahora que no todo lo que perfecciona a un sujeto, perfecciona a todos. El abono animal sirve para nutrir a las flores, pero no al hombre. La alfalfa es buena, sabrosa y sana, para las vacas, no para nosotros. Es claro pues que el bien es relativo: dice relación a un sujeto o a un conjunto más o menos numeroso de sujetos determinados.
Esa "relatividad" del bien ha inducido a muchos a pensar que el bien no es algo "objetivo", es decir, que no está ahí, independiente de mi pensamiento, sino que cada uno puede tomar por bueno "lo que le parezca"; cada uno sería libre de considerar bueno una cosa o su contraria y decidir por su cuenta sobre el bien y el mal. Cada uno -se ha dicho- sería "creador de valores", porque el valor o bondad de las cosas no estaría en ellas, sino en mi subjetividad, en mi pensamiento, en mi deseo o en mi opinión.
En rigor, aunque el bien sea "relativo" (algo es bueno siempre "para alguien"), no hay nada menos subjetivo u opinable. La bondad del aire que respiramos, el agua que bebemos, el calor y la luz del sol que nos vivifica… no es algo que inventamos o creamos: no es una bondad "opinable": está ahí, con independencia de nuestra estimación.
De modo similar descubrimos el valor de la justicia, de la libertad, de la paz, de la fraternidad: valores objetivos que no tendría sentido negar. De modo que si yo los negase porque en algún momento no me apetecieran, seguirían siendo valiosos para todos. Mi inapetencia sería un síntoma seguro de alguna enfermedad del cuerpo o del alma.
Es también importante advertir -frente a lo pensado y muy difundido por ciertos filósofos- que si yo apetezco la manzana, no es porque yo le confiera el buen sabor. La manzana no es sabrosa simplemente porque yo la saboree con gusto. Aunque a otro no le guste -quizá porque esté enfermo-, la bondad de la manzana no es un producto de mi subjetividad: es la manzana misma que tiene de por sí la aptitud para causar un buen sabor y una buena nutrición. Si así no fuera, el mismo sabor podría encontrar yo en el acíbar o en la basura.
… hay bienes relativos a personas singulares. Pero hay también, indudablemente, bienes relativos a la naturaleza humana común, y, por tanto, a todos y a cada uno de los individuos de nuestra especie. Por eso hay leyes o normas morales objetivas, universales y permanentes que afectan a todos los hombres, de cualquier tiempo y lugar.



ASPECTO ETICO DEL BIEN
Es el bien que conviene a la naturaleza racional y libre del hombre, al que éste debe adaptar su acción. Por lo que respecta a las acciones pasadas, bien es lo que se aprueba; por lo que atañe a las acciones futuras, bien es lo que debe hacerse. Todo lo que el hombre persigue, lo quiere en función de un bien perfecto que se muestra así como la forma misma de la felicidad. Mas con esto se nos impone distinguir dos especies de bien último: uno subjetivo, que consiste en la felicidad en general o beatitud; otro objetivo, que consiste en el bien concreto en cuya posesión el hombre encontrará la felicidad. Dada la actividad racional y libre del hombre, acciones, medios y fines son bien o males moralmente cuando van dirigidos por la razón según la norma del bien objetivo y son realizados libremente. La razón ni crea la ley, ni la impone obligatoriamente originando el deber: nadie se obliga a sí mismo (contra Kant). El fundamento último del bien moral no está en la razón, sino en el Bien absoluto, de donde el orden moral toma su carácter necesario, universal y obligatorio. El bien del hombre está en el encaminamiento a sus propios fines de verdad y bien absolutos…


LA CUESTIÓN DE LOS FINES Y LOS MEDIOS
Errores inquietantes
¿Qué importa que una cosa sea fin o medio? —decía el galeno—, en realidad, todo es fin y todo es medio, por eso nada es medio ni es fin... A lo que responde el paciente: -Pues mire, doctor, esto mismo me dijo el zapatero. Tenía unos zapatos de excelente diseño. Pero yo tenía los pies grandes y no me cabían. La solución estuvo conforme con su teoría. Llamó al traumatólogo y me cortó los dedos de los pies. Ahora, fíjese, los zapatos me sientan perfectamente -claro que sí, hombre. Usted creía que el pie era el fin y los zapatos los medios. Una vulgaridad. Debemos ser creativos...
Procusto no era el nombre de pila del mítico posadero de Eleusis. Se llamaba Damastes, pero le apodaban Procusto que significa «el estirador», lo cual sólo se comprendía cuando mostraba su sistema particular de hacer amable la estancia a sus huéspedes. Deseoso de que los más altos estuvieran cómodos en sus lechos, se aseguraba de que éstos tuvieran la medida exacta cortándoles - a los huéspedes - la porción sobresaliente de sus miembros. A los bajitos les ataba grandes pesos en los pies hasta que alcanzaban la estatura justa del lecho. Menos mal que Teseo, forzudo atleta, puso fin a las locuras del posadero devolviéndole con creces el trato que dispensaba a sus ingenuos clientes.

El mundo real 
La vida real no es una especie de plastilina que pueda adoptar la forma que queramos. Las cosas tienen naturaleza y relaciones naturales entre ellas, que configuran un orden de prioridades —lo contrario al caos—, una jerarquía de valores. Es más importante la cabeza que la mano; debe conservarse antes aquella que ésta. Y si nos caemos, instintivamente la mano se adelanta a parar el golpe. Es más importante el coche que su cenicero. Si el cenicero está lleno de colillas no es sensato tirar el coche y comprarse otro, sino tirar las colillas y conservar el coche. Si hay que vacunar a un niño, es mejor que llore un poco que no lo haga y haber de enterrarlo prematuramente…

El fin no justifica los medios
El fin incluye inevitablemente los medios con los que se pretende llegar a ese fin. El fin no es una idea abstracta, platónica, exenta, pulcra, incontaminada. Es la meta más el conjunto de todos los pasos que llegan a ella…
Un fin elegido, con resultado bueno, por el hecho de que se realice después del mal del que se ha seguido, no convierte en bueno a ese mal, puesto que el mal ya está hecho, ya es pasado, y no hay nada más inmutable que el pasado. El futuro puede cambiar. No faltan quienes aseguran que el futuro «ya no es lo que era». Pero el pasado no hay quien lo mueva. Si la voluntad ha hecho libremente el mal, ya se ha hecho mala y no hay quien lo pueda evitar…
En cierto modo los medios contienen ya el fin; los procedimientos anuncian el resultado. Predicar, matar, conmover, forzar, orar, no son medios neutros que sirvan para cualquier fin: cada uno lleva implícito el resultado». La bala lleva consigo la muerte…

Las historias, los héroes y los villanos










La eterna lucha entre el bien y el mal ha sido propuesta en innumerables ocasiones y de múltiples formas; el séptimo arte no ha sido la excepción. A ratos, la frontera entre héroe y villano puede tornarse difusa, por ejemplo en el caso de Batman.

LA BANALIDAD DEL MAL


FIN ÚLTIMO
Toda la problemática suscitada por la noción de fin no arranca de su carácter de término de una acción, lo producido por el agente, sino de aquello a lo que se dirige la acción, como término de una intención: lo perseguido por el agente, lo que se intenta o pretende. Es aquello por lo que el agente se determina a obrar; es el principio de la acción: aquello por lo que algo es hecho. De este modo, el fin aparece como nudo entre el orden efectivo y el orden intencional…
La moción que ejerce el fin proviene de su bondad; la fuerza causativa del fin no es otra que por la fuerza causativa del bien. El fin esencialmente atrae hacia sí a la causa eficiente; mediante la causa eficiente se determina a existir…
El hombre alcanza la noción de fin, de una parte, percibiendo la realidad del mundo que le rodea, en el que se advierten relaciones de finalidad; de otra parte, a partir de su propia experiencia interna, ya que percibe que se propone fines u objetivos. Desde una y otra perspectiva el hombre se ve llevado al reconocimiento de un fundamento último de la finalidad: Dios. El orden y la finalidad del cosmos implican una inteligencia ordenadora (lo que carece de conocimiento no tiende a un fin si no es dirigido por alguien que entienda y conozca), que obviamente no es la humana (ya que el hombre no da su sentido al cosmos, sino que se descubre en él), sino una causa eficiente racional supracósmica, a la que llamamos Dios (es la quinta vía tomista: Sum. Th. 1 q2 a3)…

FELICIDAD
Las definiciones que se han dado de la felicidad en la filosofía tradicional son sumamente variadas: Cicerón: «apartados todos los males, la acumulación total de los bienes»; S. Agustín: «el gozo de la verdad»; Boecio: «la suma de todos los bienes», «un bien que una vez poseído no permite desear ningún otro», etc. Como puede verse, tanto por estas definiciones como por la misma derivación lingüística de la palabra, la felicidad comporta un doble aspecto: uno subjetivo y otro objetivo. Subjetivamente implica un gozo o satisfacción; objetivamente, la felicidad reclama algo sobre lo que ella versa y sobre lo que se desarrolla dicho gozo. De esta distinción surge precisamente la gran diversidad de concepciones de la felicidad tanto por el énfasis que se dé a lo objetivo o subjetivo, como por la índole del objeto de la felicidad. Claro es que si la felicidad se centra en el aspecto subjetivo, principal o exclusivamente, cabrá hablar de felicidades auténticas aunque el objeto sobre el que verse sea ilusorio… Un equilibrio entre ambos extremos constituirá el ideal de la felicidad: un estado de gozo pleno de la conciencia que satisface de una manera total y con carácter estable todas las apetencias, deseos y potencialidades del hombre, por la índole, asimismo plena, de bondad del objeto.
http://www.canalsocial.net/GER/ficha_GER.asp?id=5725&cat=filosofia

Actividades y ejercicios tipo examen



A. Lea atentamente los siguientes fragmentos, identifique cuál es la idea principal del autor y subraye  la alternativa correcta.
1. Cuando se dice que algo "es ético" o que "no es ético", se está diciendo que es o no es bueno. Ahora bien, si casi todos coincidimos en que nuestra conducta ha de ser "ética", no siempre estamos de acuerdo en "lo que es ético". Lo que parece "ético" a unos, puede resultar una monstruosidad a otros. Así por ejemplo, algunos llaman "ético" al aborto provocado en caso de embarazo por violación, lo cual a muchos nos parece uno de los peores crímenes -incluso quizá peor que el terrorismo-, y negación del más elemental derecho de la persona, el derecho a la vida… ¿Es posible llegar a un conocimiento cierto sobre "lo que es bueno", al menos en lo fundamental, o estamos condenados a una eterna duda o a opiniones sin fundamento racional? ¿Existe un criterio objetivo de bondad que nos permita, sin temor a equivocarnos, discernir el bien del mal? La respuesta del sentido común ha sido siempre afirmativa. (Antonio Orozco)
a)            No es posible llegar a un conocimiento cierto sobre "lo que es bueno".
b)            Lo que "es ético" es bueno y lo que "no es ético" es malo.
c)            No siempre estamos de acuerdo en "lo que es ético".
d)            El aborto en caso de violación es un tema muy discutido.
e)            Existe un criterio objetivo de bondad que nos permite discernir el bien del mal.

2. … Por cierto, ¿por qué lleva usted este vendaje en la cabeza? ¿Le duele acaso la abundancia de ideas inquietantes?
 -No señor, es que mi sombrerero tiene unos sombreros de exquisito formato, pero mi cabeza es demasiado grande. Por eso me limó el cráneo con mucho cuidado. Cuando me quite la venda, el sombrero me sentará de maravilla. En realidad la cabeza no es el fin del sombrero sino al revés. Mejor dicho, da igual. Y como lo importante es la economía de los sombreros, más vale limar las cabezas que arruinar a los sombrereros. Además, creativamente hablando, si el fin es excelente, el medio será también excelente, porque lo excelente y lo execrable en rigor son lo mismo y no existe ni lo uno ni lo otro, ¿no es así? (Antonio Orozco)
a)            El dolor de cabeza se relaciona con el tamaño del sombrero.
b)            La cabeza no es el fin del sombrero sino al revés.
c)            El sombrero no es el fin de la cabeza sino al revés.
d)            Si el medio es excelente, el fin será también excelente.
e)            Si el fin es excelente, el medio será también excelente.

B. Lea atentamente los siguientes fragmentos, subraye  la alternativa correcta y justifique su respuesta.
1. Es de notar ahora que no todo lo que perfecciona a un sujeto, perfecciona a todos. El abono animal sirve para nutrir a las flores, pero no al hombre. La alfalfa es buena, sabrosa y sana, para las vacas, no para nosotros. Es claro pues que el bien es relativo: dice relación a un sujeto o a un conjunto más o menos numeroso de sujetos determinados. Esa "relatividad" del bien ha inducido a muchos a pensar que el bien no es algo "objetivo", es decir, que no está ahí, independiente de mi pensamiento, sino que cada uno puede tomar por bueno "lo que le parezca". (Antonio Orozco)
La expresión “el bien es relativo” debe entenderse en el sentido de:
a)            El bien es algo objetivo.
b)            El bien no es algo objetivo.
c)            No todo lo que perfecciona a un sujeto, perfecciona a todos.
d)            El bien de la vaca es distinto del bien del hombre.
e)            El bien del hombre es superior al de la vaca.

2. Amar es encontrar en la felicidad de otro tu propia felicidad. (Gottfried Wilhelm Leibniz)
En la frase el fin y los medios son respectivamente:
a)            La felicidad del otro y la propia felicidad.
b)            La propia felicidad y la felicidad del otro.
c)            El amor y la felicidad del otro.
d)            La felicidad del otro y el amor.
e)            El amor y la propia felicidad.

C. Lea atentamente la pregunta, exprese claramente su postura y justifique sus afirmaciones.

1. ¿El fin justifica los medios? Explique.
2. ¿El bien es objetivo? Explique.
3. ¿La felicidad está al alcance de todos? Explique.
4. ¿Nuestra sociedad ha banalizado el mal de nuestras acciones? Explique.
5. ¿Cuál es la diferencia entre fines intermedios y fin último? Explique.
6.  ¿Nuestras facultades superiores (inteligencia y voluntad) deberían influir decisivamente en nuestra forma de actuar? Explique.
7. ¿La ética sirve para algo? Explique.
8. ¿Qué significa reducir la Ética a Antropología? Explique.
9. ¿Qué significa reducir la Ética a Psicología? Explique.
10. ¿Qué tienen en común la ética emotivista y la ética del consenso? Explique.
11. ¿Pensar es lo mismo que filosofar? Explique.
12. Escriba una semejanza y una diferencia entre un filósofo y un sabio. Explique.
13. ¿La filosofía es lo más vital que existe? Explique.
14. ¿En qué no estarían de acuerdo un sabio y un filósofo? Explique.
15. Decía Kafka: "La juventud es feliz porque posee la capacidad de ver la belleza. Es al perder esta capacidad cuando comienza el penoso envejecimiento, la decadencia, la infelicidad". Janouch le preguntó: "¿Entonces la vejez excluye toda posibilidad de felicidad?". Y Kafka respondió: "No. La felicidad excluye a la vejez. Quien conserva la capacidad de ver la belleza no envejece". ¿Con quién está de acuerdo, con Janouch o con Kafka? Explique.

D. Seleccione una canción romántica, identifique dos de los tres componentes básicos de un ser humano (cuerpo, psiquismo, espiritualidad) y subraye los ejemplos correspondientes.



jueves, 3 de mayo de 2012

Ética y otras ciencias

La vida es más fuerte que la muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La verdad es más fuerte que la mentira. (Benedicto XVI)




Definición de Ética
Definición y objeto de la Ética. La palabra «ética» deriva del término griego ethos que significa «costumbre», «modo habitual de obrar», «índole». Parecido sentido tiene el término latino mos del que deriva la palabra «moral». Sin entrar en los diversos matices semánticos que uno y otro término comportan y su relevancia filosófica, podemos afirmar que el término «Ética» como sustantivo se reserva normalmente y de hecho para la ciencia que se refiere al estudio filosófico de la acción y conducta humana considerada en su conformidad o disconformidad con la recta razón; mientras que el término «moral» puede usarse para referirse de un modo global al objeto de estudio dé la ÉTICA (es decir, la ÉTICA estudia «lo moral»). Con este sentido utilizaremos aquí, en general, las palabras ÉTICA y moral. Sin embargo, también «Moral» se emplea como sinónimo de ÉTICA, a veces connotando unas mayores dimensiones religiosas. Se habla, p. ej., de ÉTICA o de «filosofía moral», o «ciencia moral», y también de «ética cristiana», «moral estoica», etc., de un modo indiscriminado. Para nuestro propósito basta retener la idea de que «ética» y «moral» remiten etimológicamente a un significado sustancialmente idéntico, con las distinciones que las respectivas lenguas originantes señalan.

La ÉTICA es el examen filosófico de la moralidad siendo, por tanto, una parte de la filosofía. La moralidad, por el contrario, es una cierta región o aspecto de la realidad: el de lo bueno y lo malo, de los valores y disvalores morales y de todo lo que a ello pertenece. El terreno de la moralidad incluye todos aquellos actos, actitudes y acciones personales que pueden ser portadores de valores o disvalores morales, todos aquellos bienes moralmente relevantes que nos imponen obligaciones morales, y también todas las leyes morales. La moralidad es una realidad objetiva que debe ser claramente diferenciada de su examen filosófico, que es la Ética.
… en el curso de la historia de la Filosofía, algunos filósofos, carentes de las dotes indispensables para conquistar la verdad -sed real por la verdad y un sentido reverencial hacia el ser-, han intentado el examen profundo de la moralidad sustituyendo esas dotes con actitudes superficiales o interesadas que les han llevado a errores que pueden calificarse lisa y llanamente de desastrosos. La ÉTICA puede y debe desarrollarse en un proceso orgánico que complete y perfeccione cada vez más las verdaderas investigaciones sobre la moralidad, pero este crecimiento posible y deseable no se produce de manera mecánica, debe haber una coherencia entre la vida y actitud personal y la verdad descubierta o mejor conocida, y en ello influye el uso que de su libertad moral haga el filósofo; por eso el progreso de la ÉTICA es el polo opuesto de un proceso evolucionista o automático.



Relación de la Ética con otras ciencias
La ÉTICA se relaciona en primer lugar con todas las ciencias cuyo objeto es el estudio del hombre: Antropología, Psicología, Sociología, Derecho, Teología moral.
La Antropología y la ÉTICA estudian las costumbres humanas. La Antropología estudia el origen y evolución de las costumbres humanas, sin emitir ningún juicio sobre su bondad o malicia moral, que es lo que interesa a la Ética. La Antropología da testimonio de la existencia de nociones morales entre los pueblos: la ÉTICA toma estos datos de la Antropología y critica el valor moral de estas nociones y de estas costumbres.
También la Psicología estudia el modo de obrar humano, pero mientras ésta estudia cómo obra de hecho el hombre, la ÉTICA estudia cómo debe obrar. Aun cuando se da una estrecha relación entre la salud mental o psíquica y la perfección moral, son cosas diferentes. Lo que motiva a un hombre a obrar bien o mal es distinto de la bondad o malicia del acto mismo. La ÉTICA precisa de los conocimientos que la Psicología le brinda sobre lo que constituye o impide la voluntariedad de los actos, pues donde no hay voluntariedad no puede haber moralidad, pero no se detiene ahí, sino que pasa a analizar la moralidad de esos actos voluntarios.
El hombre se realiza moralmente desde una situación concreta y un medio social determinado. De ahí que la ÉTICA necesite también de la Sociología, la Economía y la Política en cuanto estas ciencias proporcionan unos conocimientos sobre las instituciones sociales y políticas en que el hombre se inserta y sobre las condiciones económicas que ayudan o impiden la realización humana. Por otra parte, estas relaciones del hombre con su medio constituyen una fuente de deberes que la ÉTICA ha de precisar, procediendo a su análisis y fundamentación, pues la moralidad no se reduce a los modos concretos en que de hecho se objetiva el comportamiento humano en el medio que se produce. Pueden darse modos efectivos de conducta socialmente aceptados, que, sin embargo, resulten defectuosos desde el punto de vista de su valor moral e incluso incompatibles con él. La moralidad, individual o socialmente considerada, no es un mero reflejo de los usos individuales o sociales fácticamente dados. La moralidad es irreductible a pura constatación.
Asimismo la ÉTICA se relaciona con el Derecho. Ambas ciencias estudian el deber. Pero, mientras el Derecho estudia los hechos externos en cuanto susceptibles de ordenación y exigencia legal coercible, la ÉTICA estudia los hechos internos de la voluntad y en cuanto exigibles por la propia conciencia. También la ÉTICA habrá de contemplar el análisis moral del ordenamiento jurídico y las obligaciones morales que este ordenamiento jurídico comporta.
A su vez, lo moral viene dado en el hombre en estrecha conexión real, existencial y racional con lo religioso. De hecho, toda religión superior comporta una ÉTICA o Moral, en cuanto reconoce más o menos las exigencias y deberes del hombre y su finalidad, y en cuanto además prescribe determinados deberes y acciones de acuerdo con los principios religiosos sustentados (sobre la divinidad, su culto, etc.).








Aplicación: ¿Ética publicitaria?




Algunas formas de hacer ética

La ética emotivista de David Hume



En la historia de la filosofía, el primero en soltar las amarras de la ética con la realidad y divorciar esa unión de veinte siglos fue Hume (1711-1776). David Hume nace y muere antes que Kant, pero su pensamiento ético se entiende mejor si se estudia después de Kant. Una de las tesis esenciales de su empirismo ético es la imposibilidad de pasar del plano del «ser» al del «deber ser». Se trata de un postulado filosófico conocido como ley de Hume, porque fue él quien, en su Tratado sobre la naturaleza humana, insinuó que no era legítimo pasar del «es» indicativo al «debe» imperativo. Al entender la realidad como mero conjunto de hechos, Hume niega por exclusión los valores, pues no son hechos empíricos: «La distinción entre vicio y virtud», dirá, «no está basada meramente en relaciones de objetos, ni es percibida por la razón».
Como el deber no es un hecho empírico, que Juan tenga una deuda no significa que «deba» pagarla. Y, si el árbitro sanciona con expulsión, no existe el «deber» de abandonar el terreno de juego. Es fácil ver que la existencia humana muestra un ilimitado conjunto de hechos que son, a la vez, prescripciones. Cualquier promesa, contrato, ley o reglamento es, ante todo, un deber ser. Y ese deber no es puesto por la ética sino por la realidad. La misma actividad de la razón práctica se coloca espontáneamente en el plano originario del más universal de los deberes: hacer el bien y evitar el mal. Por lo dicho, la «ley de Hume» constituye un reduccionismo pintoresco que choca con la evidencia.
La «ley de Hume» tiene una parte de verdad. Entre los hechos empíricos y los valores hay una distancia evidente. Pero esta verdad se distorsiona cuando no se admite otro conocimiento que el de los juicios empíricos, del estilo «el agua hierve al alcanzar los cien grados». Del hecho de que «este reloj es impreciso y se estropea con frecuencia», se sigue la valoración verdadera «es un mal reloj». El reloj es una realidad funcional, es decir, designa un objeto que tiene una función propia. Si el hombre tiene una función propia, que no hace indiferentes todos sus actos, entonces existe un fundamento para valorar su conducta…
En sentido literal, la ética empirista da un doble salto mortal. Primero prescinde de la realidad como fuente de eticidad, y el deber marcha a la deriva de la autonomía absoluta. Suprimida la realidad, el segundo salto consiste en reducir lo ético a lo emocional. Toda valoración moral va a consistir no en un juicio sino en un impacto emocional. Así lo explica Hume en su Tratado de la naturaleza humana
«Todo lo que contribuye a la felicidad de la sociedad merece nuestra aprobación», escribe Hume. Por eso su ética se denomina emotivista y utilitarista: es bueno lo que nos produce sensación de agrado y es útil para todos; es malo lo contrario. El nuevo criterio de conducta es el sentimiento, y la universalidad de la ética queda salvada si declaramos que los sentimientos son tan universales como la razón. El problema lo plantean los sentimientos mayoritarios equivocados. A Hume le diríamos que un mayoritario sentimiento de odio hacia los negros no convierte a los negros en malas personas, y que una mayoritaria simpatía hacia los nazis no los convierte en buenos. En realidad, sólo podemos reconocer sentimientos no fiables cuando disponemos de un criterio fiable. Sólo podemos condenar con justicia al racista y al neonazi desde un criterio independiente del sentimiento.

La ética del consenso
Aunque está claro que la mayoría no es infalible, que de hecho comete errores serios e irreparables, también es cierto que en una sociedad pluralista, con divergencias en cuestiones fundamentales, es necesario un esfuerzo común de reflexión racional: por el diálogo al consenso y a la convivencia pacífica. Siempre el diálogo es mejor que el monólogo. La sabiduría popular sabe que hablando se entiende la gente, y que cuatro ojos ven más que dos. Pero Antonio Machado escribió que, de diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Su poética exageración esconde una advertencia: que la conducta ética podría establecerse por mayoría siempre y cuando esa mayoría sustituyera la embestida por la mirada respetuosa sobre la realidad.
Las éticas del consenso se basan en el diálogo. También se llaman procedimentales porque piensan que lo justo sólo puede ser decidido cuando se adopta el consenso como procedimiento. Apel y Habermas consideran que si las normas afectan a todos, deben emanar del consenso mayoritario… En realidad, el consenso es legítimo cuando todos aceptan normas básicas de conducta moral. Aceptar normas básicas de conducta moral quiere decir, entre otras cosas, que el debate no es el último fundamento de la ética, pues un fundamento discutible dejaría de ser fundamento. En este sentido dice Aristóteles que, quien discute si se puede matar a la propia madre, no merece argumentos sino azotes.
La ética sólo se puede fundamentar sólidamente sobre principios no discutibles. Sin embargo, el reconocimiento de valores morales absolutos se encuentra hoy bajo sospecha. La objeción más frecuente aduce que la moralidad es siempre subjetiva. Esta objeción olvida el reconocimiento universal, por evidencia objetiva, de los valores recogidos en la Declaración Universal de Derechos Humanos, de 1948… La responsabilidad materna, dice Spaemann, no se funda en una predisposición sentimental, ni en un principio teórico, sino en una percepción esencialmente verdadera: dado que el niño necesita de la madre, la madre se debe a él, sin otros razonamientos ni necesidad de consensos.
La aceptación de normas básicas de conducta también implica rechazar una argumentación puramente estratégica, interesada o ideológica. En el famoso cuento de Andersen, entre los que alaban los vestidos del rey hay un consenso absoluto, pero todos mienten. Un solo individuo, y además niño, tiene razón frente a la mayoría: «El rey va desnudo.» Ante la posibilidad de mentir, las éticas dialógicas piden como condición necesaria que el debate esté integrado por sujetos imparciales, bien informados y rigurosos en la reflexión. Casi como pedir la Luna, pues ni siquiera en Atenas la asamblea más democrática de la historia consiguió esa utópica integridad. Sócrates, el mejor de los atenienses, murió condenado por sus sabios y envidiosos compatriotas. Parecían, dijo el acusado, un grupo de niños manipulados por la promesa de unos dulces. Y también dijo que es una postura inocente pensar que la justicia emana de la mayoría, pues es someterse a quienes pueden crear artificialmente el consenso con los medios que tienen a su alcance.
Para garantizar la limpieza del procedimiento, Apel pide a los dialogantes que piensen con rigor y no vayan interesadamente a lo suyo. Rawls, más optimista, da por supuesto que, al aplicar los procedimientos, todos los implicados actuarán con justicia. Habermas, menos ingenuo, es consciente de que los consensos pueden ser injustos; por eso acepta que sólo en una situación ideal de comunicación podrían resultar equivalentes el consenso y la legitimidad. Pero llegar a esa situación ideal requeriría una educación ideal y un comportamiento ideal por parte de la mayoría: algo -por lo que comprobamos a diario- reservado al mundo platónico de las Ideas. Sin embargo, es preciso tender a esa situación ideal, y ésa es la meta de la ética aplicada, especialmente vigente en la medicina, la empresa, la ciencia, la información, la ecología y la política.

La ética realista
Todos están de acuerdo en que la ética trata del deber ser. Otra cosa es el "mecanismo" para definir, acotar o como quiera decirse ese "deber ser". La ética realista es la que funda el deber ser en el ser, o como dice muy claramente Millán-Puelles, "el contenido de nuestros deberes tiene su fundamento general e inmediato en la realidad de lo que somos".
Una ética, pues, fundada en la metafísica, o ciencia del ser. No en la antropología cultural, ni en la sociología, ni en la voluntad política de unos pocos, sino en lo que somos, en lo que es cada hombre. Millán-Puelles se obliga, con esta decisión, a contar con todo lo que el hombre es y, por tanto, también con los impulsos, con las tendencias, con los instintos; y, en las acciones humanas, a contar con todas las circunstancias que a veces modifican profundamente la sustancia ética.
Una ética realista es, por tanto, una ética con los pies en el suelo: "No cabe que para el yo humano sea auténticamente bueno lo disconforme con su peculiar naturaleza".
http://www.conocereisdeverdad.org/website/index.php?id=2638